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Asumir la dirección de una empresa en constante crecimiento.

 

Tardé muchos años en encontrar mi vocación.

Estudié ingeniería industrial precisamente por ser la carrera de ciencias menos específica. Me especialicé en mecánica de estructuras pensando que sería simplemente un punto de partida de mi vida profesional y con 21 años empecé a trabajar en una conocida ingeniería local como consultora de estructuras.

Mi incorporación al mundo laboral empezó siendo fantástica. Me enamoré del diseño estructural inmediatamente. Recuerdo muy bien la sensación de satisfacción al encontrar solución técnica a cada edificio, siempre en el difícil equilibrio entre calidad y rentabilidad que todo el que se ha dedicado a esta profesión conoce y que hace de cada proyecto un auténtico reto.

Era bonito, pero supe casi desde el principio que mi propósito no estaba ahí. Se me daba francamente bien y muy pronto me asignaron proyectos y responsabilidades muy por encima de mi experiencia. Y esa fue mi perdición. Cada promoción hacía más difícil abandonar la profesión en busca de una vocación que, sinceramente, tampoco sabía identificar y así quedé enganchada a esta etapa los primeros 11 años de mi vida laboral. Nada más ni nada menos.

Cuando llegué a bis, lo único que tenía claro es que quería cerrar para siempre mi etapa técnica. Buscaban un perfil que se hiciera cargo del ámbito comercial y me pareció una oportunidad única de pivotar hacia la gestión.

Nos situamos en abril del 2007 y, visto con perspectiva, elegí el peor momento de la historia para abordar un cambio así. Me estrené como responsable comercial en la antesala de la peor crisis que ha conocido el sector; durísima por su profundidad y porque duró 6 años que se hicieron eternos.

Dicen que toda crisis esconde una oportunidad y en mi experiencia, es cierto. Aprendí el valor de la comercialización, lo importante que es la venta y a entender la empresa desde fuera hacia dentro y no al revés, como tiende a suceder en todas las empresas técnicas. Esta visión estructuró todo el proyecto empresarial posterior y explica, en gran medida, el increíble crecimiento de bis en la última década.

Reconstruir la empresa para abordar la recuperación económica también fue una aventura. Cuando en 2014 David me propuso ser gerente, tenía mucho más conocimiento técnico del necesario y una visión comercial sólida, pero un vacío importante en gestión empresarial. Necesité tres años más, un Programa de Desarrollo Directivo en IESE y el acompañamiento de un buen abanico de asesores para poder ocupar la posición en una empresa que por entonces ya crecía muy por encima del sector.

La transformación estratégica de nuestra empresa, desde una ingeniería especializada hacia un enfoque integral, junto con las consiguientes reorganizaciones, ha derivado en mi nombramiento como directora general. Un cargo que supone un gran honor para mí y al que voy a dedicar todo mi talento, mis capacidades y mi ilusión, para poder estar a la altura de lo que el equipo y la compañía merecen.

Así encontré mi lugar en el mundo profesional. Y no me refiero a la gestión directiva, que me encanta.

Lo que me fascina es el proyecto de bis. Es este grupo de personas que tiene la firme determinación de poner en valor la ingeniería en edificación, construyendo en el camino una empresa de la que sentirnos orgullosos de formar parte. Un equipo de personas que se respetan, se ayudan y crecen juntas, alrededor de este objetivo común, obstinadas en el propósito de ser un poco mejores cada día.

Como empresa tenemos la visión de ofrecer un servicio integral tan amplio como sea posible, para que la ingeniería, concebida desde el conjunto, pueda contribuir al proyecto en toda la dimensión que le corresponde.

El reto a futuro de este proyecto empresarial es realmente espectacular. En su implementación, continuamos incorporando a nuestra causa más y mejores aliados.

Cada día me pregunto si lo conseguiremos y cada vez veo más claramente que sí.

(Imagen: Paul Mac Manus)